Comienza aquí otro post prometido a mis fieles seguidores y amantes de los viajes exóticos, mi cámara nos llevará por las fascinantes calles, gentes, religiones, gastronomía, monumentos y algo más de la ciudad más antigua de China, donde aún es posible reconocer los valores más auténticos de este sorprendente país, venir conmigo a la formidable Xian.
Mis ojos se posan en esta imagen de la Torre de la Campana, situada en el centro, es el símbolo de la ciudad. Con 36 metros de altura es el punto desde el que parten las cuatro calles principales de la ciudad y su uso antaño marcaba las horas del día aunque su origen apunta a una leyenda en la que el emperador la mandó construir para asustar con la campaña a un gran dragón que habitaba bajo el suelo y producía terremotos.
Estas grandes calles no son aptas para claustrofóbicos en horas punta, aunque durante todo el día hay una alta concentración de personas en un permanente ir ir venir. Personalmente me encanta hacer una inmersión en estas concentraciones humanas donde descubres rostros interesantes y una actividad humana y comercial interesante.
Pero Xian esconde caras de otros tiempos, donde la modernidad, los avances tecnológicos y el capitalismo no han tenido entrada y donde les costara trabajo hacerlo. Debemos dejar el centro de la ciudad y acercarnos al mundo de la espiritualidad.
Acosada por turistas llegados de toda China en días festivos, La Gran Pagoda del Ganso Salvaje parece de visita obligada para comprender la religión budista. 
Construida en la dinastía Tang en el 648 para albergar los sutras y figuras budistas traídos del viaje realizado por el monje Xuan Zhuang por la India. Desde su creación comenzó la normalización de las traducciones budistas y su difusión por toda China.

Es un templo de culto que guarda diferentes representaciones de Buda y pasajes de su vida labrados en jade de diferentes colores y procedencias.

Llama la atención su bosque de pagodas, edificaciones construidas para guardar las reliquias de los abades y monjes importantes, con ellas descansan tablas donde se escriben sus méritos y virtudes.  

Formidables budas en diferentes representaciones llenan las estancias de los edificios que conforman este espacio de culto. Aunque no parece estar muy claro, se cree que su nombre procede de la novela «Viaje al oeste» (Xī Yóu Jì, 西游)una visión fantástica del viaje del monje mencionado acompañado del travieso Rey mono. Al cruzar un desierto el ganso salvaje salvo a los dos de una muerte segura.           
Las ofrendas y rezos son vivibles en este templo donde los fieles parecen ajenos a la presencia de turistas y curiosos a su alrededor, es la fuerza de la fe.

Otro lugar de culto, en esta ocasión musulmán, es la Gran Mezquita. Un espacio sorprendente por aunar elementos arquitectónicos chinos y musulmanes.  Construida en el año 727, es la más grande de las 13 que existen en Xian.

Jardines, patios y pagodas invitan al relax y la reflexión en este singular templo donde dos culturas se entrelazan hermanadas.

Y sus cuidadores y guardias transmiten esa serenidad, la de los que no tienen prisa por saber de ante mano su destino final.

Sorprende la mezcla de iconografias chinas y árabes en las entradas de las diferentes pagodas.

Al contrario de otro tipo de templos, aquí tus infieles pies no podrán pasar si no eres musulmán. El objetivo de mi cámara se precipita al interior de la sala de rezos sin importarle las consecuencias.

La mezquita está en el interior del fascinante Barrio Musulmán, y será por mi pasión por los países árabes y por la gastronomía que este lugar mágico me atrapa y no encuentro tiempo suficiente para reproducir tantas secuencias especiales que pasan ante mis ojos.

Sus costumbres, alimentos, colores y olores te trasladan a mercados de Damasco, Marrakech, Jordania…

Y en algunos de sus callejones parece que viajamos a la China medieval y entendemos que aún hoy es posible detener el tiempo y mantener costumbres ancestrales ¡el sueño de todo viajero!

Da lo mismo que llegue la noche, este pueblo come a cualquier hora y siempre en la calle. Flujos permanentes de personas abarrotan la calle principal donde todo tipo de viandas se ofrecen a los hambrientos transeúntes que eligen aquí y allá los platos más diferentes.

Te guste lo que te guste solo tienes que pasear por la calle y mirar, pescado, carne, estofados, casquería, arroz, pasta… el templo de la variedad y la forma más informal y divertida de comer.

Pero la providencia, que siempre me depara increíbles sorpresas, y mi afán de descubrir llevan mis pasos más allá del barrio musulmán colindando con la Muralla hasta una calle que me traslada en el tiempo, aquí parece que el tiempo se ha detenido y afortunadamente las casas han sido conservadas no permitiendo el paso de la especulación y de los rascacielos.

Es el mercado de los pinceles, donde su nombre indica que es lo que vamos a encontrar.

En grandes cantidades, formas y estilos y en innumerables puestos.

Escenas y personajes se suceden a lo largo de la calle, todo en torno al mundo de los pinceles y la caligrafía china.

Y como un decorado de película las escenas se van formando a cada paso, en cada calle, en cada callejón, en cada tienda.

Algunos edificios singulares muestran el esplendor de casas y comercios del pasado.

Y no hay mejor manera de vender pinceles mostrando de lo que son capaces, diferentes artistas atrapados en el tiempo se niegan a renunciar a sus costumbres ancestrales y trabajan durante todo el día para mostrar sus nobles conocimientos a todos aquellos que les quieran observar.

Es fascinante ver como aumenta y reduce el trazo de la caligrafía en función del pincel utilizado en cada caso y las dimensiones a las que puede llegar cada letra.  

Buscando en el interior de la muchas tiendas que en esta calle muestran sus mercancías es posible descubrir, entre pinceles y cuadros, cosas como la vida de Mao en fotos, su figura sigue latente sobre todo en personas muy mayores que parecen venerarle.

 Otros matan el tiempo deleitando a los paseantes con sus melodías de instrumentos realizados a mano.

Es este sin duda un trozo del pasado que me gustaría analizar con profundidad, descifrando su historia, desgranando los sucesos que durante siglos tuvieron lugar en estas calles y edificios, regresaré a Xian con el ansia del cazador de historias para regalarlas al mundo.

Pero si hay algo por lo que el mundo conoce esta ciudad es por su ejercito de terracota. Su historia comienza en la primavera de 1974 cuando unos campesinos de Lintong trabajan excavando cerca del monte Li, muy cerca de la antigua ciudad de Xi’an. Al encontrar unos fragmentos de una estatuilla de terracota no esperaban encontrar la tumba del primer emperador de China, era el primero de los 7.000 guerreros de terracota que protegían  el mausoleo del emperador Qin Shi Huangdi, una de las grandes maravillas de la humanidad.

La primera visión de este pétreo ejercito te deja la sangre helada, las dimensiones del primer recinto son inabarcables con la vista

Impresionantes, poderosas, estas figuras dan una idea de como pudo ser la Época de los Estados Combatientes (481 al 221 A. C.) donde la fuerza y un gigantesco ejercito hizo a este emperador dueño de China y dio comienzo a la época Imperial.

No existe un rostro igual, este emperador quiso llevarse a la tumba a todas las personas que trabajaban para el incluido a su ejercito, lo que evidentemente resultaría difícil, para solucionar el problema decidió hacer un ejercito de terracota reproduciendo los rostros auténticos de todos sus soldados y mandos.

Caballos, carruajes e infinidad de artilugios acompañaron en su enterramiento a los guerreros.

Infinidad de piezas quedan por restaurar, esperando en el letargo su momento para formar de nuevo parte del glorioso ejercito del emperador.

Este rostro nos mira a través del tiempo como queriendo relatar algo de su pasado, se trata de la carnaza del ejercito del emperador, los soldados que se mandaban de inicio para romper la filas del enemigo, sin protección alguna morían nada más comenzar la batalla.

Lo más sorprendente de esta historia es que lo más importante está por descubrir, las malas lenguas dicen que China espera a tener algún mal momento en su política internacional para dar a conocer al mundo la maravilla de las maravillas. El historiador Sima Qian escribió que la tumba del Emperador contenía, entre otros lujos de valor incalculable, el techo de la cámara fúnebre de bronce salpicado de gemas en semejanza con un cielo estrellado, en el suelo había ríos de mercurio, que se hacían fluir mecánicamente, y que representaban el río Amarillo y el rio Azul (seguro que si has leído el libro Todo bajo el cielo de Matilde Asensi esto te suena). El historiador continua describiendo que había maquetas de palacios y de torres y espléndidos tesoros. 



Esta joya sigue hoy sin ser conocida y aunque la descripción de Sima Qian todavía no ha sido confirmada parece que la estructura exterior de la tumba y del complejo funerario confirma la idea de que la tumba es una réplica de los palacios imperiales del templo, y que todo el complejo funerario es un auténtico diagrama cósmico. Mientras os dejo con esta fascinante incógnita, el único campesino superviviente que descubrió a los guerreros firma autógrafos en los libros para turistas, su vida sin duda ha mejorado mucho…  



Desde una de las torre de vigilancia de La Gran Muralla China en Xian, que forma parte parte de sus 21.196,18 kilómetros de largo, desde la frontera con Corea al borde del río Yalu  hasta el Desierto del Gobi y que en su tiempo fue custodiada por más de un millón de guerreros, me despido de esta bellísima ciudad donde he experimentado un autentico viaje en el tiempo.

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