Cuando llega el verano, aumenta el consumo de ciertas bebidas que entendemos como refrescantes. Entre ellas el vino Rosado.

Es el rosado, quizás es el vino más maltratado, por consumidores y productores, que vivía en continua decadencia y que apenas disfrutaba de gloria en chiringuitos costeros y restaurantes chinos.

España, de la que siempre se ha dicho que es tierra de tintos lo es en realidad de rosados, aunque no guste recordarlo y se intente ocultar ese pasado de “claretes” (No confundir con los clarets o clairets de Burdeos) como se denominaban y se siguen denominando en muchos rincones de nuestro país. Charlando con cualquier veterano de la famosa Ribera del Duero, reconocerá que hace años los vino eran claretes y no tintos.

Los más famosos son, sin discusión, los navarros. Especial mención habría que hacer a los de la D.O. Cigales y los elaborados con la variedad Prieto Picudo en la D.O. Tierra de León. De los más originales, quizás, los del sureste de la península elaborados con Bobal y los canarios del norte de Tenerife, elaborados con Listán Negro y su peculiar aroma a fresas con nata.

En casi todas las denominaciones de origen de nuestro país se elaboran rosados, con infinidad de variedades autóctonas, foráneas y mezcla de ambas y teniendo en cuenta las particularidades de cada región hace que la variedad de este tipo de vino sea apabullante.

Sin embargo el futuro de estos vinos es bastante incierto, con el “Boom” de los tintos, el rosado se vio abocado a un segundo plano, recibiendo uvas de menor calidad y menos cuidados en la elaboración y aunque algunos productores e incluso denominaciones, están haciendo esfuerzos por mejorar la imagen del producto hay un largo camino por recorrer.

Cuando en medio de la crisis los bodegueros miran a la exportación como salida a la situación económica en que vivimos, se encuentran con un gran problema, los rosados españoles son difíciles de vender fuera de nuestras fronteras.

El Reino Unido por ejemplo, es un mercado donde el rosado sigue teniendo el favor de un consumidor que además, está dispuesto a gastarse en una botella, mucho más de lo que cualquier consumidor medio en nuestro país, entendería por precio razonable para este tipo de vino. Aun así la presencia de rosados españoles en UK es testimonial, ya que su concepto de vino rosado dista mucho de lo que es un vino rosado para nosotros. Nuestros rosados, llamados tradicionalmente claretes eran y siguen siendo en la mayoría de los casos tintos claros, de poco color, pero al fin y al cabo vinos con alma de tinto. Sin embargo fuera de nuestras fronteras y no solo en UK, la idea de vino rosado se aproxima más en aromas y matices a un vino blanco.

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La tendencia generalizada, es aproximarse a los rosados de Provenza o incluso a los rosados de Sancerre, que con Pinot Noir, suelen tener un tono de color superior a los provenzales aunque también bastante ligeros y elegantes. Provenza es al vino rosado lo que la Champaña a los vinos espumosos. Estos vinos que son de lo más “posh” entre los veraneantes de la costa azul francesa, prueba de ello es el éxito de una de las marcas más afamadas de la zona Domaines de Ott, propiedad de Louis Roederer y que aglutina tres bodegas en la zona (Château de Selle, Clos Mireille y Château Ramassan) o de Château D’Esclans, distribuido en España por Torres Import, que elabora posiblemente uno de los rosados más caros en el mercado, y del que en la famosa tienda londinense Hedonism el precio de Garrus, la etiqueta más destacada de la bodega ronda las cien libras. Una barbaridad, pensará más de uno, tratándose de un rosado, pero algo no tan descabellado si fuese un tinto.

Al valorar estos vinos hay que pensar que los viñedos provenzales están catalogados como los de Burdeos, Borgoña, Alsacia o Champaña con una escala de “Crus” y que en el precio mucho tiene que ver la calidad de la uva. Sin embargo las elaboraciones son complejas y no se detienen en un sangrado o una corta maceración, crianza en barrica,” bâtonnage”… la idea es alejarse de lo convencional buscando la perfección.  Todo esto hace que Provenza sea sinónimo de calidad en rosado, aunque no siempre sea así.

A menudo el consumidor busca un vino que le ha gustado con pistas como (y seguro que muchos lo habréis sufrido en vuestras carnes), “era un vino que estaba muy rico…no me acuerdo del nombre, pero estaba muy rico” o “se llamaba viña algo o bodega no sé qué”. Esto hace que el consumidor se fije en cosas fáciles de recordar y en Provenza, son las clásicas botellas de forma de bolo y sobre todo el color.

Ese color, hoy por hoy es la tendencia que deberían seguir los bodegueros que quieran buscar nuevos mercados ya que el consumidor entiende a menudo que el color intenso de un rosado español es sinónimo de entre otras cosas  mayor grado alcohólico y menor imagen de frescura que es lo que precisamente debe (al menos al entender de ciertos mercados) insinuar este tipo de vino. Es decir, España produce fantásticos rosados con, en general, gran relación calidad precio y mucho color, cuando mercados de extranjeros buscan productos de menos color y están dispuesto a absorver productos más caros.

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Sin llegar a los extremos del antes mencionado Garrus, en Londres es fácil encontrar en un supermercado ejemplos de vinos rosados que superen ampliamente las diez libras, en aproximadamente el mismo precio que, para mi, el mejor rosado de España Viña Tondonia Rosado Gran Reserva. Un gran desconocido, pero sin duda un vino que dignifica este tipo de elaboraciones único en su estilo que con una producción de apenas 25000 botellas se agota rápidamente. Pero a pesar de su complicada elaboración es un claro ejemplo de cómo los productos originales suelen encontrar un nicho en el mercado. Conclusiones similares podríamos extrapolarlas a los vinos espumosos, donde los cavas rosados generalmente tienen  tonos muy similares a los de los rosados tranquilos y que les cuesta competir con espumosos de la champaña que explotan esos colores pálidos, piel de cebolla, que pierden intensidad con la vejez y que es indirectamente una estrategia de marketing, ya que se entiende que cuanto más viejo mejor, cuanto más pálido más viejo y simplificándolo todo mucho a menos color mejor producto, obviamente hacer este razonamiento es un suicidio pero no todo el mundo tiene por qué ser un experto en vinos y se tiende a confundir conceptos. Siguiendo este estilo de espumosos con poca capa, Raventós i Blanc elabora desde hace no muchos años De Nit, tan acorde al gusto del mercado británico que a pesar del hándicap de no pertenecer ya a la archiconocida denominación del Cava, los exclusivos almacenes Selfridges de Londres decidieron apostar por De Nit destacando el producto en la bodega durante un par de semanas.

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Otra tendencia en auge son los “blush”, rosados muy pálidos que nacieron en Estados Unidos, ante el desajuste entre la gran producción de uvas tintas y la mayor demanda de vino blanco, algunos productores comenzaron a elaborar vinos blancos con uvas tintas, que coloreaban ligeramente los mostos. A menudo estos vinos eran ligeramente abocados, aunque hoy día son mayoritariamente vinos secos. Se ha popularizado especialmente, tanto en elaboración como consumo entre los países de la Commonwealth y también  mercados emergentes

Dejarse llevar por las moda, a menudo es un error, pero aprovechar las tendencias del mercado es fundamental para ser competitivo y hoy por hoy las bodegas tampoco apuestan por las elaboraciones tradicionales de sus regiones, si echamos un vistazo a la Rioja serán pocos los rosados que encontraremos con envejecimiento, igualmente si nos fijamos en Tierra de León, los tradicionales rosados de madreo casi han desaparecido.

Aun así hay grandes rosados en nuestro país que encuentran su hueco en el mercado exterior y que siguen demostrando la alta calidad de los vinos españoles.