El supuesto exotismo de China, concepción que uno tiene antes de comenzar su viaje a este impresionante país, no te prepara para asimilar que en algunos momentos parece que estás en New York, estas son mis emociones y sensaciones producidas por un viaje sorprendente a Shanghai que ya me ha inspirado para la preparación de mi siguiente libro. 
La primera impresión desde el aeropuerto hasta el centro de la ciudad son las inmensas construcciones y sus anuncios en solares por toda la ciudad de Shanghai, me traen recuerdos no muy lejanos de nuestro país. Esta ciudad se encuentra en plena expansión constructiva que debe alojar a millones de personas procedentes del campo de todas las latitudes de China.
Shanghai es una sorprendente ciudad de contrastes extremos, sus 14 millones de habitantes y el ser el centro económico y financiero de China no impiden que conserve ese hallo mágico que cautivó a principios del siglo XIX a cazadores de fortunas, aventureros, novelistas y directores de cine. En las zonas conservadas, donde la renovación feroz no ha llegado, es posible encontrar rincones con un sabor muy especial.
Un autentico viajero, con la retina abierta, sabrá en Shanghai descubrir en cada esquina de la ciudad vieja lugares insólitos y detalles de fusión de lo antiguo y lo nuevo.
Retina que quedará petrificada al llegar a la zona nueva de Putong donde inmensas moles de hormigón , acero y cristal crean una nueva perspectiva de la China capitalista. Un claro ejemplo es la JIN MAO TOWER. 

    
Este monstruo opulento es el edificio más alto de China y el tercero del mundo, con sus 88 pisos y 340,1 metros de altitud. Es posible alcanzar su cota máxima en 45 segundos con unos ascensores que viajan a la vertiginosa velocidad de 9,1 metros por segundo. Su vista hacia abajo no es apta para personas con vértigo…
Desde esta tremenda atalaya, que pronto se vera superada por otro titán, se puede contemplar el inabarcable tamaño de esta ciudad y por supuesto su espectacular contaminación que impide una visibilidad clara.
Al llegar la noche esta zona nueva de Putong se convierte en una explosión de luz y colores que recuerda a La Vegas y donde rivalizan los edificios y los láser para llamar la atención a lo largo del Yangtsé. 

Por el día la zona este adquiere la silueta famosa donde destacan la Torre de Televisión Perla de Oriente, el Puente Nanpu y el Parque del siglo además de otros significativos edificios empresariales.

Al otro lado del río descansan, tomadas por los turistas, las calles y  edificios del Malecón, donde los ingleses al concluir la Guerra del Opio instalaron sus sedes comerciales. Los más destacados son el Banco de Hong Kong y Shanghai, el Banco de China, el Hotel Dongfeng y el Hotel Paz entre otros. Sus paredes son testigo mudo de la tremenda realidad racista del pasado que prohibía la entrada a los chinos. En el parque Huangpu en un cartel colocado a su entrada se podía leer: «Prohibida la entrada a chinos y perros».  

Capitulo especial es el dedicado a jardines y parques que el pueblo chino sabe disfrutar en su tiempo libre, el Jardín Yiyuan es uno de los mejores ejemplos de la jardinería china que muestra al visitante lo fundamental de este arte milenario.

Su fascinante historia comienza cuando un importante funcionario del siglo XVI decide construir para su padre un retiro espiritual, construyendo este formidable jardín repleto de edificios con diferentes funciones de descanso y esparcimiento. Pan Yunduan no llegó a cumplir su sueño y su padre murió antes de quedar finalizado. Su posterior ruina llevó al abandono sus instalaciones, arrasado por ingleses y restaurado por comerciantes no llegarían sus años de esplendor hasta 1957 donde se restauró.

Diferentes pabellones de la dinastía Ming con techos de pagodas apuntando al cielo, caminos, puertas singulares y lagos dan vida a este delicioso espacio.

Árboles, plantas y flores dan un aroma y belleza al Jardín Yiyuan que uno cree traspasar la puerta de otro mundo al entrar en él. Las flores de los magnolios embriagan el aroma unido a la humedad de los lagos creando una atmósfera que nos reconcilia con la naturaleza en una ciudad donde lo verde cuesta encontrarse.

Entre su catalogo de árboles especiales está el Ginkgo Biloba, que puede llegar a vivir 2.500 años y que es el único que quedo vivo en las cercanías del epicentro de la explosión de la bomba de Hiroshima. Muy utilizado en la medicina china por sus muchas propiedades curativas.

Acompañando a este gigante y en el interior de sus lagos la fauna tiene también presencia en forma de grandes carpas de colores y galápagos que se acercan instintivamente a los visitantes que suelen lanzarles comida.

La iconografía y supersticiones que atan a este pueblo con su pasado inundan los edificios y muros del jardín, destacando las grandes cabezas de dragón que solo podían utilizar el emperador, los nobles y grandes funcionarios, el emperador era el único que podía representar en sus palacios al dragón con 4 dedos.

Escenas de batallas, místicas o de la vida cotidiana adornan tejados, paredes e interior de sus edificios.

Y en lugar de honor estas grandes piedras tan valoradas por los chinos por su significado, sus extrañas formas son el capricho del viento y del agua guiados por la naturaleza a través de siglos, se transportaban a pesar de su enorme peso desde lugares remotos de China para su colocación en los jardines de personalidades destacadas.

Sus tejados son rematados también por diferentes animales como las garzas chinas o reales, cigüeñas y otras aves que al atardecer se recortan contra el cielo como bellas sombras chinescas de efecto cinematográfico, pero muy reales.

Desde su promontorio este personaje guarda el Jardín vigilante, acompañado de una naturaleza pétrea, desde hace siglos impidiendo que los nuevos tiempos lo devoren queriendo prolongar el pasado y la historia. Mi objetivo lo ha captado para recordar siempre la sensibilidad y el arte que acompañó a los creadores de esta maravilla y le desea toda la fuerza y poder para seguir cumpliendo su misión por muchos siglos que pasen.

Alrededor de este jardín se han restaurado edificios antiguos y construido otros modernos al estilo de los edificados en la Dinastía Ming.

El resultado es una zona comercial donde personas llegadas de toda China y algún turista occidental pasean y hacen compras de todo tipo.

La gastronomía tiene también aquí su espacio con infinidad de alimentos para todos los gustos en puestos y establecimientos diseminados por todos lados. Los más escrupulosos y con incapacidad de asumir las costumbres alimenticias de otras sociedades es mejor que miren otro tipo de cosas.

Y no se puede comprender un pueblo y su cultura sin internarse en su religión, el opio que mueve a las masas de cualquier continente, y es la religión budista la que despierta mi interés allí donde viajo. El Templo de Buda de Jade es uno de los pocos en los que la población de Shanghai puede realizar los ritos sus creencias.

Pilas de fuego queman constantemente todo tipo de objetos en recuerdo de los difuntos, realizados en papel y cartón curioso artículos que caracterizan a los familiares son pasto de las llamas en un viaje hipnótico producido por la neblina del fuego.

Con sus plegarias y cánticos los monjes crean una atmosfera a la que es difícil escapar, sus letanías te enganchan y comprendes el motivo de que muchas personas quieran seguir el camino de estos santos hombres. No pude fotografiar al Buda de Jade por estar terminantemente prohibido pero merece la pena que viajes a China para verlo…

   

El fuego purificador que en todas las culturas y religiones supone la limpieza de alma y espíritu nos despide del templo.

El otro lado de la moneda de la espiritualidad es el consumismo, la influencia occidental en sus grandes calles comerciales es bien patente. Marcas, franquicias internacionales y restaurantes de hamburguesas hacen enloquecer a los chinos. Oleadas de personas pasean por estos bulevares del consumo ajenos a la dominación a la que están siendo sometidos.

Los más jovenes, a caballo entre la influencia japonesa y la occidental, se dejan seducir por la moda más radical y disfrutan paseando por estas calles luciendo palmito, estos espacios urbanos bien podrían ser pasarelas de la nueva moda de China.

Shanghai tiene mucho más que mostrar y ese es el motivo de mi próxima visita a China, os recomiendo también visitar la Zona Francesa  con palacetes de estilo colonial y por supuesto perderse por las innumerables calles y callejones fuera de las zonas de influencia turística. Los auténticos viajeros que buscan la esencia de una cultura diferente encontrarán su objetivo en Shanghai.

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